miércoles, 31 de julio de 2013

CASTILLO DE LA VANIDAD




“En última instancia, el liderazgo es la fortaleza de las propias convicciones, la capacidad de soportar los golpes, y de la energía para promover una idea” Benazir Bhutto




Así empezaré esta breve nota, con una frase que tan elocuentemente cita el motivo de estas líneas. ¿Quiénes no nos hemos enfrentado a rígidos e imponentes jefes o compañeros de trabajo en las empresas? Cuántas veces la naturaleza humana nos boicotea. Entre mujeres somos expertas en el tema, dicen por ahí, sin embargo creo que es más allá de género, edad o educación, estamos hablando simplemente de una condición muy natural entre los seres humanos: ¿Soberbia, vanidad, petulancia, arrogancia o inseguridad? Son sinónimos todos al final. El problema crece cuando los malos entendidos liderazgos empiezan a convertirse en lastres que convierten a las empresas en campos de batalla, en castillos de las vanidades.

El daño que se llega a generar a propósito de estos tan comunes males de nuestra sociedad moderna
son terriblemente nocivos para el desarrollo y sano crecimiento sostenido de toda empresa, cualquiera
que sea su tamaño o giro, no soportará por buena que sea, el peso del estira y afloje de un equipo de trabajo disfuncional. En este sentido la o las cabezas de la empresa deberán ser los primeros líderes en el más estricto sentido de la palabra, cuya gestión deberá estar provista de dos características fundamentales:

Elocuencia y sensatez, el resto, simplemente son conocimientos que se adquieren o se delegan a los miembros del equipo de trabajo que tengan ventaja sobre una carencia del líder del grupo, aquí el meollo
del asunto, es aquí cuando emergen los casillos de Las vanidades, qué difícil resulta para un dirigente
aceptar que no lo domina todo y qué simple sería que entendiera que no tiene por qué hacerlo. Aunque cabe mencionar que este fenómeno es transversal en las organizaciones y se observa en todos los niveles. Los costos inherentes a los egos encontrados en las empresas van desde la baja productividad, hasta la quiebra, ya que una de las consecuencias más graves radica en la obstaculización de los esfuerzos en equipo.

Frecuentemente uso un paralelo que lo describe inmejorablemente: ¿Qué pasaría si coloco en un equipo
de futbol a las once máximas estrellas mundiales? Sólo que cada una está muy preocupada de lucir, de meter el gol y comerse solo las mieles de la victoria. El resultado es que no meten ni un gol, por lo contrario,
si te descuidas hasta se lesionan entre ellos. Estos conflictos en buena forma se pueden contrarrestar con simples técnicas de análisis y planificación dentro de las empresas, no sin antes citar una máxima que en mi trabajo de consultora me ha enseñado el camino de la luz: “Exceso de análisis es parálisis”, pero sin lugar a dudas un diagnóstico sistemático de los resultados individuales, en equipo y del clima laboral podrían ser la mejor medicina preventiva para el bienestar de las empresas. La motivación, el sano ambiente y las políticas de ética y respeto bien delimitados pueden conseguir que un equipo de trabajo se convierta en una enorme
maquinaria cuyos engranes bien engarzados consiguen avanzar a pasos agigantados y así obtener el tan anhelado éxito y mejor aún, sostenerse ahí.

Adriana L. Molina Enriquez Rosales
La autora es académica de Inpade Universidad.


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